miércoles, 12 de febrero de 2014

Ganas de él. De besarle. De abrazarle. De mirarle a los ojos. De adivinar lo que piensa. De sorprenderle por detrás y hacerle cosquillas en el cuello. Hablo de ese sentimiento de necesidad que tengo cuando no está conmigo. De esa sonrisa tonta que se me escapa cuando me dice tonterías, esas que sólo él sabe hacer, esas que sólo él hace que sean únicas, esas tonterías que él mismo sabe que necesito escuchar. Porque me conoce y sabe cuándo necesito un beso o un abrazo. Por que me conoce y sabe cuándo necesito espacio. Porque, vale, tendremos nuestros más y nuestros menos pero los dos sabemos que no podemos estar sin el otro.
Y es que todo esto es tan diferente... Hasta hace poco más de un año yo nunca me imaginaría mi vida tal y como la tengo ahora. No habría sido capaz de imaginarme dentro de unos meses. Y ahora aquí estoy, viviendo el día a día con una persona necesaria para mí. Tan necesaria que se me pone la carne de gallina cuando me susurra al oído. Tan necesaria que no puedo evitar que se me pongan los ojos llorosos cuando pienso qué pasaría si no le tuviera. Tan necesaria que duele. Duele querer así a alguien. Duele tanto que a veces es insoportable. Pero, como varias veces me han dicho: "Del dolor al placer hay un hilo muy fino, que cuando se rompe... oh, cuando se rompe es impresionante." Eso es lo que eres Diego Sierra González, impresionante en todos los sentidos. Impresionante que eres capaz de hacer que la más mínima pizca de dolor se convierta en alegría. Una alegría fantástica que proviene de una de las mejores personas que he conocido: Tú.