CAPÍTULO 2
Efectivamente, cuando salgo, Lorena está dentro del coche
esperando. Como siempre, con la música a tope. Es una rockera de puro cuidado.
La encanta Extremoduro, Platero y Tú, Fito y los fitipaldis… pero, para ella, lo mejor de todo es Marea. Según ella, tiene algo, no sabe
qué, que la atrae, que la encanta. Todo
lo contrario a mí. No quiero decir que yo sea una de esas reggaetoneas a las
que las encanta perrear y todo eso, no. Pero me gusta música más, como dice
Lorena, comercial. Obviamente, yo no pienso así. Faltaría más.
-¡Cuánto has tardado! ¿Qué has estado haciendo? Poco más y
me salen raíces de estar aquí.
-Que exagerada eres cuando quieres. Sólo he tardado cinco
minutos. Mi madre, la sabelotodo, que se me ha puesto a dar un discurso de que
no entiende por qué seguimos en este pueblo- la digo mientras bajo un poco la
música. De verdad no entiendo cómo no se queda sorda.
-Y qué razón que tiene. A veces, me arrepiento de no haber
estudiado bien en su momento, si lo hubiera hecho ya no estaría aquí. Me habría
ido ya a estudiar lo que quiero.
-Sí, yo pienso igual y eso que solo repetí un año…
-Clara, pero eso no fue culpa tuya, fue un año demasiado duro
y de muy mala suerte. Primero tu abuela, después el accidente de tu padre… No
te culpes.
-Lo sé.
Se acaba la conversación. Lorena sube el volumen de la
música, arranca y nos dirigimos a Burgos. Durante un trayecto de más de 20 km
ninguna de las dos habla. Ella está demasiado metida en su música y yo en mis
pensamientos. Todavía me duele la muerte de mi abuela, fue mi segunda madre.
Recuerdo que ese día no salí de mi cama, ni siquiera pude ir al tanatorio a
verla por última vez. No tenía fuerzas. Ahora, me arrepiento de no haberlo
hecho. De repente, una pequeña lágrima se me cae sin poderlo evitar. Es normal,
Clara, solo han pasado unos meses, me digo
a mí misma. Me la seco intentando que Lorena no se dé cuenta. No quiero
que me pregunte y tener que hablar de ello. Sinceramente, no puedo. Entonces,
oigo una serie de golpes que me separan totalmente de mis cosas. Es Lorena
agrediendo a la radio.
-Qué asco de verdad. Esta maldita radio es más vieja que el
loco del pueblo. Me la regaló mi hermano cuando se compró una nueva. Bah, no
sirve para nada-Y sigue dándola golpes.
Y me río. Me encanta su agresividad. Me divierte. Cuando se
lo propone puede llegar a ser muy bruta. Recuerdo una vez tomando unas copas en
un bar. Serían las cuatro de la mañana o algo por el estilo. Nosotras estábamos
tan tranquilas en la barra con Pablo y unos amigos del instituto cuando un
hombre de unos cuarenta años se la acercó a Lorena y sin el más mínimo
disimulo, la tocó el culo. Yo me quedé boquiabierta. Lorena se dio la vuelta,
vio al hombre detrás de ella mirándola de arriba abajo y sin pensárselo dos
veces, le arreó tal torta en la cara que el tío se calló al suelo. Se le juntó
la fuerza de la torta con la borrachera que llevaba y no pudo aguantar el
equilibrio.
-Pero será cerdo el viejo verde este. ¿Pero tú que te has
creído? Menudo cabrón-decía haciendo el amago para pegarle de nuevo, pero Pablo
la agarró- ¡Suéltame! ¡SUÉLTAME! Le voy a dejar inconsciente de la hostia que
le voy a dar-pero no la hicimos caso.
Desde ese día siempre que se pone tan agresiva, lo recuerdo.
-Para, Lorena, para. Que al final vas a dejar la radio como
al cuarentón la cara aquel día en el Serry’s-y explotamos las dos en una
carcajada. A ella también la hace gracia recordarlo, normal. Fue verlo, para
créelo.
-Ese capullo se lo buscó. ¡Qué cerdo! Se lo conté a Carlos y
se la tiene jurada que lo sepas.
-Pero Lorena si podría ser su padre-la digo riéndome de
nuevo. La verdad es que, a veces, Carlos tiene unas ideas de lince. Y nos
reímos las dos. Se acaba de dar cuenta de la estupidez de su comentario.
-Sí, la verdad es que es cierto.
Consigue arreglar la radio. Bueno, de poco sirve, ya
habíamos llegado. Se pasa el viaje volando cuando estás centrada en algo.
-Y qué, ¿vas a llamar a Pablo?
-Pues no lo había pensado, la verdad. Pero seguro que está
trabajando.
-Pues vamos nosotras a verle entonces.
No me da tiempo a decir una palabra más. Clara arranca
después de pararse en un semáforo y sube la música a tope. Siempre lo hace
cuando se quiere salir con la suya. La verdad, que no sé qué pretende. ¿Quiere
juntarme con Pablo? Ya la he dicho mil veces que no quiero nada con él. Que
sólo somos amigos. Pero es la persona más cabezona que conozco, la mayoría de
las veces consigue lo que pretende. Pues he de decir, que esta vez estará
dentro de ese 1% de veces que no lo consigue. Lo siento amiga, pero no te
saldrás con la tuya.
Llegamos al bar donde trabaja Pablo. Efectivamente, estaba en lo cierto.
Ahí está. Qué guapo. ¿Se ha hecho algo en el pelo? Tiene algo diferente. No sé,
pero me quedo embobada mirándole. Lorena me despierta de un codazo y me mira
con cara de: “Me saldré con la mía, señorita. Sé que te gusta, aunque tú
todavía no lo aceptes”. No puedo evitar ponerla los ojos en blanco. Nos
dirigimos hacia la barra.
-¡Hola Pablo!-dice levantando tanto la voz que se da la
vuelta medio bar.
-Hombre chicas. ¿Qué hacéis por aquí?
Yo sigo embelesada pensando en todo lo que me ha dicho
Lorena. Ellos siguen con la conversación. De repente, llega un momento en que
ambos se callan. ¿Qué pasa? Mierda, me han debido preguntar algo y yo aquí con
mis estupideces. ¿Por qué lo pienso tanto?
-Qué… ¿Qué pasa?-logro decir cuando algo perdida.
Ambos se echan a reír. ¿Qué ha pasado? ¿De qué se ríen? ¿Qué
han dicho? ¿Algo malo? ¿De mí? Pablo me hace un gesto de no te preocupes, no
pasa nada. Vaya, parece ser que me voy a quedar con la duda. Bien, Clara, esto
te pasa por pensar tanto las cosas. Si tienes claro lo que piensas, ¿por qué te
afecta tanto lo que te dice Lorena? En el fondo lo sé. En ocasiones puede
llegar a ser tan pesada que acabas creyendo lo que ella cree. Pues no, esta vez
eso no me va a pasar. Pablo es mi amigo, nada más. Ni él me gusta a mí ni yo a
él. Aunque sea francamente guapo, es un disparate.
-¿Os apetece sentaros? Terminaré mi turno en cinco minutos,
en cuanto llegue mi compañero.
-Sí, perfecto-digo adelantándome a Lorena. No quiero que
suelte ningún tipo de indirecta. La conozco-Para eso hemos venido. Hacía mucho
que no te veíamos, últimamente estás perdido.
Me dedica una sonrisa. Vaya, nunca me había fijado lo bonita
que la tiene.
-Tienes razón, en cuanto acabe nos ponemos al día-dice
guiñándome un ojo.
Pablo y su sentido del humor. Cuando desaparece detrás de la
barra Lorena se gira hacia mí.
-¿Y luego me dices que no le gustas? ¡Venga, por favor!
¡Pero si te ha guiñado un ojo!
-Siempre lo hace. Él es así. No significa nada, siempre está
de bromas conmigo y yo con él.
Lorena baja la cabeza haciendo un gesto como de querer darse
contra la mesa. Es señal de, mátame. Siempre lo hace cuando piensa que algo es
de cajón y sobre todo lo hace cuando piensa que es de cajón y se lo
contradicen.
-No te entiendo, enserio. Te gusta y le gustas… ¡Pero si
hasta te has quedado embobada antes mirándole!
-Mira que puedes llegar a ser pesada cuando te lo propones,
eh. Que-no-me-gus-ta.-digo separando las sílabas para remarcárselo- Y lo de
antes ha sido porque estaba pensando en todas las absurdeces que me has dicho.
Si no me comieras la cabeza de esa manera, no me habría quedado embobada y me
habría enterado de lo que me habéis dicho antes. Que, por cierto. ¿Qué era?
-Era la típica broma de Pablo, ya sabes. ¿Ves? Cosas como
esas son las que me hacen pensar que tú también le gustas a él. Cuando un chico
bromea contigo de esa manera, es que está loquito por ti.
En ese momento, llega Pablo. Como siempre sonriendo. Con su
naturalidad. Se ha cambiado. Se ha quitado los pantalones y la camisa de
trabajar y se ha puesto unos vaqueros y una camiseta de manga corta. Sigo
pensando que se ha hecho algo en el pelo, pero no estoy segura. Bueno, sea lo
que sea, le queda bien.
-Buf, este trabajo es agotador. No hay día que no venga la
típica señora toca pelotas que primero te pide una coca cola y cuando ya la
tienes abierta y puesta en el vaso: “Ay, no, cariño, por favor ponme una
light”-dice poniendo la voz de pito- Y luego el jefe: “Pablo vete al almacén,
Pablo limpia las mesas, Pablo los baños, la terraza.” Ni un respiro…-dice
dejándose caer en la silla.
-Pero ya te dijeron de qué trataba el trabajo cuando echaste
el currículo, ¿no?-suelta Lorena.
-Sí, pero no pensé que fuera tan duro. Es que todo me lo
mandan a mí. A su hijo, que es el que siempre está conmigo, nunca le dice nada.
Lo que tiene ser el hijo del jefe y tener enchufe… Así que claro, lo que
debería corresponder a dos personas, lo hago yo todo.
-Pobre-le digo.
-Pero bueno, no me quejo. En estos tiempos se agradece tener
un trabajo.
Nos quedamos un momento en silencio. No paro de pensar en lo
reventado que debe de salir todos los días. Cuando llegue a casa irá directo a
la cama. Normal que haga mucho que no se pasa por el pueblo. Sería una matada
aún mayor.
-Y bueno. ¿Qué es de tu vida? Hace mucho que no hablamos- le
digo intentando sacar tema. El silencio comenzaba a ser incómodo. Lorena no
paraba de lanzarme miradas.
-Pues ya me ves, todo el rato trabajando. Y cuando llego a
casa lo único que quiero es descansar. Y bueno…
Y una voz femenina lo distrae. Se da la vuelta, nos mira
como diciendo que le disculpáramos, se levanta y se dirige a ella. ¿Quién es?
Se pasan un buen rato hablando. Lorena y yo estamos con la misma intriga. Se
trata de una chica rubia, alta, muy bien vestida. Ninguna de las dos sabemos de
qué hablarán, pero no paran de reírse y un beso en la boca nos deja a las dos
anonadadas. La cara de Lorena es un poema. Mi yo interior no para de reírse. Te
lo dije bonita, te lo dije. La mirada que la lanzo lo dice todo. Me ha
entendido. ¡Bien! Por una vez Lorena Martín no tiene razón.
Ambos se acercan. Pablo con una sonrisa algo tímida. Ella
decidida. Se nota que tiene confianza en sí misma. Parece decidida. La verdad,
es que hacen buena pareja.
-Chicas-dice cuando llegan a la mesa dónde nos encontrábamos
antes-esta es Miriam, mi novia.
Tanto yo como Lorena nos quedamos calladas. No somos capaces
de decir ni una palabra. Lorena porque todavía no puede creerse que esté
equivocada en sus sospechas, y yo porque lo que no me puedo creer es que Pablo
no me lo hubiera contado. Vale que últimamente su vida estuviera muy ajetreada,
pero no sé, pensaba que éramos buenos amigos. Antes siempre me contaba todo,
incluso al instante de que le pasara. ¿Tanto nos ha separado vivir algo más
lejos? Yo pensaba que no. O eso creía hasta ese momento.
-Encantada-logro decir, rezando por que no se notase mi
medio enfado hacia Pablo.-Qué calladito te lo tenías Pablo.-Aquí sí que se nota
mi enfado. Lorena sigue inmóvil. La doy un codazo. Vuelve en sí. ¡Ni que la
hubiera dado un chungo!
-Encantada dice ella también, yo soy Lorena-esboza una
sonrisa.
-Y yo Clara-la digo dándola dos besos.
-Encantada-dice ella sonriéndonos a las dos. La debe de
haber hecho gracia nuestras caras cuando se acercaron Pablo y ella. La verdad
es que han debido ser algo patéticas. Las dos con cara de bobas, cada una
pensando en sus cosas. Menuda imagen la hemos debido de dar a la pobre. Habrá
pensado que somos medio lelas.- Bueno, lo siento pero he quedado, solo pasaba
para saludar, cariño. No te he visto en todo el día-le dice a Pablo. Le da un
beso, se despide de nosotras “encantada de conoceros, chicas” y se va.