lunes, 18 de noviembre de 2013

Otro pequeño avance

CAPÍTULO 2
Efectivamente, cuando salgo, Lorena está dentro del coche esperando. Como siempre, con la música a tope. Es una rockera de puro cuidado. La encanta Extremoduro, Platero y Tú, Fito y los fitipaldis… pero, para ella, lo mejor de todo es Marea. Según ella, tiene algo, no sabe qué, que la atrae, que la encanta.  Todo lo contrario a mí. No quiero decir que yo sea una de esas reggaetoneas a las que las encanta perrear y todo eso, no. Pero me gusta música más, como dice Lorena, comercial. Obviamente, yo no pienso así. Faltaría más.
-¡Cuánto has tardado! ¿Qué has estado haciendo? Poco más y me salen raíces de estar aquí.
-Que exagerada eres cuando quieres. Sólo he tardado cinco minutos. Mi madre, la sabelotodo, que se me ha puesto a dar un discurso de que no entiende por qué seguimos en este pueblo- la digo mientras bajo un poco la música. De verdad no entiendo cómo no se queda sorda.
-Y qué razón que tiene. A veces, me arrepiento de no haber estudiado bien en su momento, si lo hubiera hecho ya no estaría aquí. Me habría ido ya a estudiar lo que quiero.
-Sí, yo pienso igual y eso que solo repetí un año…
-Clara, pero eso no fue culpa tuya, fue un año demasiado duro y de muy mala suerte. Primero tu abuela, después el accidente de tu padre… No te culpes.
-Lo sé.
Se acaba la conversación. Lorena sube el volumen de la música, arranca y nos dirigimos a Burgos. Durante un trayecto de más de 20 km ninguna de las dos habla. Ella está demasiado metida en su música y yo en mis pensamientos. Todavía me duele la muerte de mi abuela, fue mi segunda madre. Recuerdo que ese día no salí de mi cama, ni siquiera pude ir al tanatorio a verla por última vez. No tenía fuerzas. Ahora, me arrepiento de no haberlo hecho. De repente, una pequeña lágrima se me cae sin poderlo evitar. Es normal, Clara, solo han pasado unos meses, me digo  a mí misma. Me la seco intentando que Lorena no se dé cuenta. No quiero que me pregunte y tener que hablar de ello. Sinceramente, no puedo. Entonces, oigo una serie de golpes que me separan totalmente de mis cosas. Es Lorena agrediendo a la radio.
-Qué asco de verdad. Esta maldita radio es más vieja que el loco del pueblo. Me la regaló mi hermano cuando se compró una nueva. Bah, no sirve para nada-Y sigue dándola golpes.
Y me río. Me encanta su agresividad. Me divierte. Cuando se lo propone puede llegar a ser muy bruta. Recuerdo una vez tomando unas copas en un bar. Serían las cuatro de la mañana o algo por el estilo. Nosotras estábamos tan tranquilas en la barra con Pablo y unos amigos del instituto cuando un hombre de unos cuarenta años se la acercó a Lorena y sin el más mínimo disimulo, la tocó el culo. Yo me quedé boquiabierta. Lorena se dio la vuelta, vio al hombre detrás de ella mirándola de arriba abajo y sin pensárselo dos veces, le arreó tal torta en la cara que el tío se calló al suelo. Se le juntó la fuerza de la torta con la borrachera que llevaba y no pudo aguantar el equilibrio.
-Pero será cerdo el viejo verde este. ¿Pero tú que te has creído? Menudo cabrón-decía haciendo el amago para pegarle de nuevo, pero Pablo la agarró- ¡Suéltame! ¡SUÉLTAME! Le voy a dejar inconsciente de la hostia que le voy a dar-pero no la hicimos caso.
Desde ese día siempre que se pone tan agresiva, lo recuerdo.
-Para, Lorena, para. Que al final vas a dejar la radio como al cuarentón la cara aquel día en el Serry’s-y explotamos las dos en una carcajada. A ella también la hace gracia recordarlo, normal. Fue verlo, para créelo.
-Ese capullo se lo buscó. ¡Qué cerdo! Se lo conté a Carlos y se la tiene jurada que lo sepas.
-Pero Lorena si podría ser su padre-la digo riéndome de nuevo. La verdad es que, a veces, Carlos tiene unas ideas de lince. Y nos reímos las dos. Se acaba de dar cuenta de la estupidez de su comentario.
-Sí, la verdad es que es cierto.
Consigue arreglar la radio. Bueno, de poco sirve, ya habíamos llegado. Se pasa el viaje volando cuando estás centrada en algo.
-Y qué, ¿vas a llamar a Pablo?
-Pues no lo había pensado, la verdad. Pero seguro que está trabajando.
-Pues vamos nosotras a verle entonces.
No me da tiempo a decir una palabra más. Clara arranca después de pararse en un semáforo y sube la música a tope. Siempre lo hace cuando se quiere salir con la suya. La verdad, que no sé qué pretende. ¿Quiere juntarme con Pablo? Ya la he dicho mil veces que no quiero nada con él. Que sólo somos amigos. Pero es la persona más cabezona que conozco, la mayoría de las veces consigue lo que pretende. Pues he de decir, que esta vez estará dentro de ese 1% de veces que no lo consigue. Lo siento amiga, pero no te saldrás con la tuya.                                                       Llegamos al bar donde trabaja Pablo. Efectivamente, estaba en lo cierto. Ahí está. Qué guapo. ¿Se ha hecho algo en el pelo? Tiene algo diferente. No sé, pero me quedo embobada mirándole. Lorena me despierta de un codazo y me mira con cara de: “Me saldré con la mía, señorita. Sé que te gusta, aunque tú todavía no lo aceptes”. No puedo evitar ponerla los ojos en blanco. Nos dirigimos hacia la barra.
-¡Hola Pablo!-dice levantando tanto la voz que se da la vuelta medio bar.
-Hombre chicas. ¿Qué hacéis por aquí?
Yo sigo embelesada pensando en todo lo que me ha dicho Lorena. Ellos siguen con la conversación. De repente, llega un momento en que ambos se callan. ¿Qué pasa? Mierda, me han debido preguntar algo y yo aquí con mis estupideces. ¿Por qué lo pienso tanto?
-Qué… ¿Qué pasa?-logro decir cuando algo perdida.
Ambos se echan a reír. ¿Qué ha pasado? ¿De qué se ríen? ¿Qué han dicho? ¿Algo malo? ¿De mí? Pablo me hace un gesto de no te preocupes, no pasa nada. Vaya, parece ser que me voy a quedar con la duda. Bien, Clara, esto te pasa por pensar tanto las cosas. Si tienes claro lo que piensas, ¿por qué te afecta tanto lo que te dice Lorena? En el fondo lo sé. En ocasiones puede llegar a ser tan pesada que acabas creyendo lo que ella cree. Pues no, esta vez eso no me va a pasar. Pablo es mi amigo, nada más. Ni él me gusta a mí ni yo a él. Aunque sea francamente guapo, es un disparate.                         
-¿Os apetece sentaros? Terminaré mi turno en cinco minutos, en cuanto llegue mi compañero.
-Sí, perfecto-digo adelantándome a Lorena. No quiero que suelte ningún tipo de indirecta. La conozco-Para eso hemos venido. Hacía mucho que no te veíamos, últimamente estás perdido.
Me dedica una sonrisa. Vaya, nunca me había fijado lo bonita que la tiene.
-Tienes razón, en cuanto acabe nos ponemos al día-dice guiñándome un ojo.
Pablo y su sentido del humor. Cuando desaparece detrás de la barra Lorena se gira hacia mí.
-¿Y luego me dices que no le gustas? ¡Venga, por favor! ¡Pero si te ha guiñado un ojo!
-Siempre lo hace. Él es así. No significa nada, siempre está de bromas conmigo y yo con él.
Lorena baja la cabeza haciendo un gesto como de querer darse contra la mesa. Es señal de, mátame. Siempre lo hace cuando piensa que algo es de cajón y sobre todo lo hace cuando piensa que es de cajón y se lo contradicen.
-No te entiendo, enserio. Te gusta y le gustas… ¡Pero si hasta te has quedado embobada antes mirándole!
-Mira que puedes llegar a ser pesada cuando te lo propones, eh. Que-no-me-gus-ta.-digo separando las sílabas para remarcárselo- Y lo de antes ha sido porque estaba pensando en todas las absurdeces que me has dicho. Si no me comieras la cabeza de esa manera, no me habría quedado embobada y me habría enterado de lo que me habéis dicho antes. Que, por cierto. ¿Qué era?
-Era la típica broma de Pablo, ya sabes. ¿Ves? Cosas como esas son las que me hacen pensar que tú también le gustas a él. Cuando un chico bromea contigo de esa manera, es que está loquito por ti.
En ese momento, llega Pablo. Como siempre sonriendo. Con su naturalidad. Se ha cambiado. Se ha quitado los pantalones y la camisa de trabajar y se ha puesto unos vaqueros y una camiseta de manga corta. Sigo pensando que se ha hecho algo en el pelo, pero no estoy segura. Bueno, sea lo que sea, le queda bien.
-Buf, este trabajo es agotador. No hay día que no venga la típica señora toca pelotas que primero te pide una coca cola y cuando ya la tienes abierta y puesta en el vaso: “Ay, no, cariño, por favor ponme una light”-dice poniendo la voz de pito- Y luego el jefe: “Pablo vete al almacén, Pablo limpia las mesas, Pablo los baños, la terraza.” Ni un respiro…-dice dejándose caer en la silla.
-Pero ya te dijeron de qué trataba el trabajo cuando echaste el currículo, ¿no?-suelta Lorena.
-Sí, pero no pensé que fuera tan duro. Es que todo me lo mandan a mí. A su hijo, que es el que siempre está conmigo, nunca le dice nada. Lo que tiene ser el hijo del jefe y tener enchufe… Así que claro, lo que debería corresponder a dos personas, lo hago yo todo.
-Pobre-le digo.
-Pero bueno, no me quejo. En estos tiempos se agradece tener un trabajo.
Nos quedamos un momento en silencio. No paro de pensar en lo reventado que debe de salir todos los días. Cuando llegue a casa irá directo a la cama. Normal que haga mucho que no se pasa por el pueblo. Sería una matada aún mayor.
-Y bueno. ¿Qué es de tu vida? Hace mucho que no hablamos- le digo intentando sacar tema. El silencio comenzaba a ser incómodo. Lorena no paraba de lanzarme miradas.
-Pues ya me ves, todo el rato trabajando. Y cuando llego a casa lo único que quiero es descansar. Y bueno…
Y una voz femenina lo distrae. Se da la vuelta, nos mira como diciendo que le disculpáramos, se levanta y se dirige a ella. ¿Quién es? Se pasan un buen rato hablando. Lorena y yo estamos con la misma intriga. Se trata de una chica rubia, alta, muy bien vestida. Ninguna de las dos sabemos de qué hablarán, pero no paran de reírse y un beso en la boca nos deja a las dos anonadadas. La cara de Lorena es un poema. Mi yo interior no para de reírse. Te lo dije bonita, te lo dije. La mirada que la lanzo lo dice todo. Me ha entendido. ¡Bien! Por una vez Lorena Martín no tiene razón.
Ambos se acercan. Pablo con una sonrisa algo tímida. Ella decidida. Se nota que tiene confianza en sí misma. Parece decidida. La verdad, es que hacen buena pareja.
-Chicas-dice cuando llegan a la mesa dónde nos encontrábamos antes-esta es Miriam, mi novia.
Tanto yo como Lorena nos quedamos calladas. No somos capaces de decir ni una palabra. Lorena porque todavía no puede creerse que esté equivocada en sus sospechas, y yo porque lo que no me puedo creer es que Pablo no me lo hubiera contado. Vale que últimamente su vida estuviera muy ajetreada, pero no sé, pensaba que éramos buenos amigos. Antes siempre me contaba todo, incluso al instante de que le pasara. ¿Tanto nos ha separado vivir algo más lejos? Yo pensaba que no. O eso creía hasta ese momento.
-Encantada-logro decir, rezando por que no se notase mi medio enfado hacia Pablo.-Qué calladito te lo tenías Pablo.-Aquí sí que se nota mi enfado. Lorena sigue inmóvil. La doy un codazo. Vuelve en sí. ¡Ni que la hubiera dado un chungo!
-Encantada dice ella también, yo soy Lorena-esboza una sonrisa.
-Y yo Clara-la digo dándola dos besos.

-Encantada-dice ella sonriéndonos a las dos. La debe de haber hecho gracia nuestras caras cuando se acercaron Pablo y ella. La verdad es que han debido ser algo patéticas. Las dos con cara de bobas, cada una pensando en sus cosas. Menuda imagen la hemos debido de dar a la pobre. Habrá pensado que somos medio lelas.- Bueno, lo siento pero he quedado, solo pasaba para saludar, cariño. No te he visto en todo el día-le dice a Pablo. Le da un beso, se despide de nosotras “encantada de conoceros, chicas” y se va. 

domingo, 10 de noviembre de 2013

Esta vez, he querido ir un poco más lejos.

CAPÍTULO 1
Siempre había querido cumplir mi sueño. Poder viajar a París. Sí, ya sabéis esa ciudad que suele ser llamada por todo el mundo, la ciudad del amor. No sé si era porque durante toda mi vida, o al menos gran parte de ella, he querido encontrar al amor, o simplemente, porque es una ciudad que atrae por sí sola. Con todas esas calles, toda esa gente hablando con acento tan especial, la torre Eiffel. No sé, miles de sitios. Pero, yo más bien creo que era por la primera opción, o al menos, era porque quería vivir la típica historia de amor de las películas. Sí, ya sabéis esas cursiladas basadas en dos protagonistas que se encuentran por casualidad, en la mayor parte de veces la chica piensa que el chico es un inmaduro, un grotesco, pero al final se acaba enamorando. Sí, así somos las mujeres. Qué se le va a hacer, nos gusta lo difícil. En el fondo, se podría decir, que somos algo masocas. Parece que nos gusta sufrir. O eso me suelen decir, no lo sé, no he tenido la oportunidad de vivirlo, de verlo con mis propios ojos. Nunca me he enamorado de nadie, nunca me ha llegado a gustar ningún chico por el cual perder la cabeza. Nunca nadie ha logrado que llegue a sentir nada. A veces me pregunto si eso es malo. Todas mis amigas ya han tenido pareja, ya sea duradera o un simple rollo de unos meses. Yo, sin embargo, nunca he querido. Muchas veces ha venido algún hombre ofreciéndome tomar un café, una pequeña cita, suelo pensar. Pero nunca nadie ha conseguido que accediera. No se por qué. Nunca nadie, me ha entrado de verdad por los ojos. Y claro está, al no entrarme por los ojos, no me ha podido llegar al corazón. Sin embargo, tengo muchos amigos, pero ninguno de ellos me atrae, simplemente somos amigos. Una amistad como cualquier otra. La de Pablo por ejemplo. Una amistad desde la infancia, desde la escuela. Íbamos a la misma clase, desde parvulario hasta el último año de instituto, todos los días juntos. Fue ese año cuando nos tuvimos que separar, pero no perdimos el contacto. Sus padres se mudaron a Burgos y yo me quedé en el pueblo. Siempre me solía llamar cuando pasaba, para tomar algo y contarnos novedades.
-Le gustas-me decía Lorena cada vez que se enteraba que había estado con él.
No se por qué, pero tiene una especie de radar. Siempre que no estoy y, por alguna razón, se me ha olvidado decírselo, siempre lo sabe. Siempre sabe dónde, por qué y con quién he estado. No preguntéis, es inútil, porque no tengo ni idea de cómo lo hace.
-Que no Lorena, que no le gusto. Solo somos amigos.
-Ya, mi ex y su actual novia también eran amigos y mira. Me acabó dejando por ella y como tú y Pablo, también eran amigos. No desde la infancia, pero claramente desde hace un montón de años. ¿Por qué no lo aceptas de una vez Clara?
Vale, puede ser. Puede que le guste. Pero yo no tengo el más mínimo interés en él. Nos llevamos bien y es muy atractivo, pero no pretendo nada más. Siempre hemos sido amigos y eso no va a cambiar. Lo seguiremos siendo.
-No lo voy a aceptar. Yo se lo que hay entre nosotros- la digo siempre.
En ocasiones puedo llegar a ser muy cabezona. Es algo genético, mi padre también lo es. El gen Hernández. Pero no pienso aceptar que tal vez, solo tal vez, le guste a Pablo. Es una tontería. Solo somos amigos. Se podría decir que somos como hermanos.
-Y a ti también te gusta él.
En ocasiones me estresa. ¿Por qué siempre me dice lo mismo? Os sorprendería la cantidad de tonterías que puede llegar a decir a lo largo del día respecto a eso. Sí, es cierto que no calla, y la mayor parte de cosas que dice son muy inteligentes por su parte. Pero a lo referente a Pablo y a mí, es una barbaridad. Además, no hay día que no salga el tema. Siempre hará algún comentario, directo o indirecto.
-Al final, voy a acabar pensando que a la que la gusta, es a ti.
-Ay mi querida Clara, eres tan predecible. Sabía que dirías eso. Siempre lo haces. Pero para mi desilusión, tengo novio. ¿Recuerdas?- dice, siempre tan tranquila- Es un chico muy guapo, y le gustas. No te imaginas la suerte que tienes. ¡Lo que daría yo por estar con él! Pero un día mi destino hizo que me enamorara de Carlos y mírame, aquí estoy.
La miro estupefacta. Nunca me había reconocido eso. Sabía que la gustaba. Já, ¡sabía que la gustaba!
-No me mires así. Que haya dicho eso no significa nada. Yo tengo novio y le quiero, ya lo sabes. Además le gustas tú.
Y dale, qué pesada puede llegar a ser en estas ocasiones. Al final, opto por dejar el tema. Nunca llega a ningún lado. Yo me abstengo a lo mío y ella a lo suyo. Tenemos maneras diferentes de pensar, en realidad, somos polos completamente opuestos. Pero la quiero. Hemos estado juntas un montón de tiempo y es la única que siempre me saca una sonrisa con sus tonterías. Pero su idea de que le gusto a Pablo es totalmente  idiota. No puede ser. Soy una chica de lo más sencilla, no tengo nada de especial y encima, nunca he salido con nadie. A comparación con ella, alta, guapa, morena, con unos magníficos ojos azules y muy inteligente, yo no soy nada. Un cero a la izquierda.

Estábamos a sábado por la tarde. Nada de especial. Una tarde de agosto más. Yo tumbada en el sofá leyendo mi libro favorito. Sumergida en lo más profundo en la narración. Lejos de todo lo demás. Estaba tan concentrada, que no me enteraba de nada, pura ironía. Solo veía a mi madre pasar una y otra vez delante de mí, a mi hermano incordiar de vez en cuando desconcentrándome por completo y, a veces, oía a mi padre roncar en el sofá de al lado. Así era imposible. Cierro mi libro y subo a mi habitación. Siempre he odiado las casas de dos pisos. Tienes que subir demasiadas escaleras. Llego a mi habitación y me planto en frente del armario. Son las cuatro y media y todavía estoy en pijama. Cuando lo pienso, un sentimiento de mal estar me recorre el cuerpo. Tengo que dejar de ser tan vaga. Durante la semana suelo tener ganas de hacer de todo, pero es llegar el fin de semana y me da un bajón impresionante. Rebusco en todo mi armario, lo miro. También debería ordenarlo. Buf, qué pereza. Me decido por un pantalón corto, una blusa blanca sencilla y unas sandalias. No tardo nada en cambiarme. ¿Ves como no cuesta tanto Clara? Me digo a mi misma. Pongo una mueca al escuchar mi propio pensamiento. A veces soy insoportable hasta conmigo misma. Me dirijo al baño a asearme un poco y ponerme un poco decente el pelo. Esta mañana no me le he lavado asique le tengo un poco alborotado. Decido recogérmelo con dos pinzas, no tengo tiempo de más, Lorena me llamó diciéndome que en una hora venía para mi casa y ya casi ha pasado. Diez minutos después estoy en la cocina. Mi madre se encuentra preparando unos pasteles. Los miro con deseo. Me encantan los dulces. Pasteles, caramelos, golosinas, chocolate, chocolate, chocolate… Cómo se nota que tengo la regla. Sólo pienso en ese maravilloso manjar. ¿Podré coger un pastelito de chocolate?
-No, cariño. Son para el cumpleaños de mañana de tu padre.
Mi madre se parece en ocasiones a Lorena, siempre sabe lo que he hecho, lo que voy a hacer, con quién y, en ocasiones como esta, lo que pienso. ¿Qué pasa? ¿Se proyectan en mi frente las frases que pienso o algo por el estilo? Es algo que nunca entenderé. ¿Tan predecible soy? La miro asombrada e intento disimular lo que mi cabeza está pidiendo a gritos. Tal vez tiene un extraño don que oye lo que digo para mí misma.
-Tranquila, mamá. Si no quería. Solo miraba lo bien que te estaban quedando.
-Clara, te conozco desde hace 19 años. Conozco esa cara de deseo.
Mierda, me pilló. Bueno, qué se le va a hacer. Mis sospechas se confirman. Soy demasiado predecible. Por lo menos, espero, que solo con la gente que me conoce bien.
-Vale, me has pillado-confieso. Y cambio enseguida de tema- Venía a decirte que me iba a dar una vuelta con Lorena pero tus pastelitos me han dejado la mente en blanco-digo sonrojándome un poco- Volveré a la hora de cenar.
-Vale, cariño. Pásalo bien y ten cuidado, se que vais a coger el coche. De todas maneras cuando lleguéis a Burgos mándame un mensaje para saber que estáis bien.
-¿Cómo sabes que vamos a ir a Burgos?
-Es lógico, Clara. En este pueblo no os vais a quedar. Tenéis 19 años, lo tenéis demasiado visto. Lo que me sorprende es que no hayáis huido ya de aquí.
-Mamá, ya te dije que empiezo este año la universidad. Se que este último año ha sido, bueno…un tanto extraño y no he estado muy centrada pero ya he decidido que aquí no me voy a quedar. Voy a explorar cosas nuevas y a hacer todo lo que deseaba antes de que muriera la abuela.

-Lo se, amor. Y confío en que lo harás. Venga vete, que seguro que te está ya esperando Lorena fuera. No la hagas esperar.