CAPÍTULO 1
Siempre había querido cumplir mi sueño. Poder viajar a
París. Sí, ya sabéis esa ciudad que suele ser llamada por todo el mundo, la
ciudad del amor. No sé si era porque durante toda mi vida, o al menos gran
parte de ella, he querido encontrar al amor, o simplemente, porque es una
ciudad que atrae por sí sola. Con todas esas calles, toda esa gente hablando
con acento tan especial, la torre Eiffel. No sé, miles de sitios. Pero, yo más
bien creo que era por la primera opción, o al menos, era porque quería vivir la
típica historia de amor de las películas. Sí, ya sabéis esas cursiladas basadas
en dos protagonistas que se encuentran por casualidad, en la mayor parte de
veces la chica piensa que el chico es un inmaduro, un grotesco, pero al final
se acaba enamorando. Sí, así somos las mujeres. Qué se le va a hacer, nos gusta
lo difícil. En el fondo, se podría decir, que somos algo masocas. Parece que
nos gusta sufrir. O eso me suelen decir, no lo sé, no he tenido la oportunidad
de vivirlo, de verlo con mis propios ojos. Nunca me he enamorado de nadie,
nunca me ha llegado a gustar ningún chico por el cual perder la cabeza. Nunca
nadie ha logrado que llegue a sentir nada. A veces me pregunto si eso es malo.
Todas mis amigas ya han tenido pareja, ya sea duradera o un simple rollo de
unos meses. Yo, sin embargo, nunca he querido. Muchas veces ha venido algún
hombre ofreciéndome tomar un café, una pequeña cita, suelo pensar. Pero nunca
nadie ha conseguido que accediera. No se por qué. Nunca nadie, me ha entrado de
verdad por los ojos. Y claro está, al no entrarme por los ojos, no me ha podido
llegar al corazón. Sin embargo, tengo muchos amigos, pero ninguno de ellos me
atrae, simplemente somos amigos. Una amistad como cualquier otra. La de Pablo
por ejemplo. Una amistad desde la infancia, desde la escuela. Íbamos a la misma
clase, desde parvulario hasta el último año de instituto, todos los días
juntos. Fue ese año cuando nos tuvimos que separar, pero no perdimos el
contacto. Sus padres se mudaron a Burgos y yo me quedé en el pueblo. Siempre me
solía llamar cuando pasaba, para tomar algo y contarnos novedades.
-Le gustas-me decía Lorena cada vez que se enteraba que
había estado con él.
No se por qué, pero tiene una especie de radar. Siempre que
no estoy y, por alguna razón, se me ha olvidado decírselo, siempre lo sabe.
Siempre sabe dónde, por qué y con quién he estado. No preguntéis, es inútil,
porque no tengo ni idea de cómo lo hace.
-Que no Lorena, que no le gusto. Solo somos amigos.
-Ya, mi ex y su actual novia también eran amigos y mira. Me
acabó dejando por ella y como tú y Pablo, también eran amigos. No desde la
infancia, pero claramente desde hace un montón de años. ¿Por qué no lo aceptas
de una vez Clara?
Vale, puede ser. Puede que le guste. Pero yo no tengo el más
mínimo interés en él. Nos llevamos bien y es muy atractivo, pero no pretendo
nada más. Siempre hemos sido amigos y eso no va a cambiar. Lo seguiremos siendo.
-No lo voy a aceptar. Yo se lo que hay entre nosotros- la
digo siempre.
En ocasiones puedo llegar a ser muy cabezona. Es algo
genético, mi padre también lo es. El gen Hernández. Pero no pienso aceptar que
tal vez, solo tal vez, le guste a Pablo. Es una tontería. Solo somos amigos. Se
podría decir que somos como hermanos.
-Y a ti también te gusta él.
En ocasiones me estresa. ¿Por qué siempre me dice lo mismo?
Os sorprendería la cantidad de tonterías que puede llegar a decir a lo largo
del día respecto a eso. Sí, es cierto que no calla, y la mayor parte de cosas
que dice son muy inteligentes por su parte. Pero a lo referente a Pablo y a mí,
es una barbaridad. Además, no hay día que no salga el tema. Siempre hará algún
comentario, directo o indirecto.
-Al final, voy a acabar pensando que a la que la gusta, es a
ti.
-Ay mi querida Clara, eres tan predecible. Sabía que dirías
eso. Siempre lo haces. Pero para mi desilusión, tengo novio. ¿Recuerdas?- dice,
siempre tan tranquila- Es un chico muy guapo, y le gustas. No te imaginas la
suerte que tienes. ¡Lo que daría yo por estar con él! Pero un día mi destino
hizo que me enamorara de Carlos y mírame, aquí estoy.
La miro estupefacta. Nunca me había reconocido eso. Sabía
que la gustaba. Já, ¡sabía que la gustaba!
-No me mires así. Que haya dicho eso no significa nada. Yo
tengo novio y le quiero, ya lo sabes. Además le gustas tú.
Y dale, qué pesada puede llegar a ser en estas ocasiones. Al
final, opto por dejar el tema. Nunca llega a ningún lado. Yo me abstengo a lo
mío y ella a lo suyo. Tenemos maneras diferentes de pensar, en realidad, somos
polos completamente opuestos. Pero la quiero. Hemos estado juntas un montón de
tiempo y es la única que siempre me saca una sonrisa con sus tonterías. Pero su
idea de que le gusto a Pablo es totalmente
idiota. No puede ser. Soy una chica de lo más sencilla, no tengo nada de
especial y encima, nunca he salido con nadie. A comparación con ella, alta,
guapa, morena, con unos magníficos ojos azules y muy inteligente, yo no soy
nada. Un cero a la izquierda.
Estábamos a sábado por la tarde. Nada de especial. Una tarde
de agosto más. Yo tumbada en el sofá leyendo mi libro favorito. Sumergida en lo
más profundo en la narración. Lejos de todo lo demás. Estaba tan concentrada,
que no me enteraba de nada, pura ironía. Solo veía a mi madre pasar una y otra
vez delante de mí, a mi hermano incordiar de vez en cuando desconcentrándome
por completo y, a veces, oía a mi padre roncar en el sofá de al lado. Así era
imposible. Cierro mi libro y subo a mi habitación. Siempre he odiado las casas
de dos pisos. Tienes que subir demasiadas escaleras. Llego a mi habitación y me
planto en frente del armario. Son las cuatro y media y todavía estoy en pijama.
Cuando lo pienso, un sentimiento de mal estar me recorre el cuerpo. Tengo que
dejar de ser tan vaga. Durante la semana suelo tener ganas de hacer de todo,
pero es llegar el fin de semana y me da un bajón impresionante. Rebusco en todo
mi armario, lo miro. También debería ordenarlo. Buf, qué pereza. Me decido por
un pantalón corto, una blusa blanca sencilla y unas sandalias. No tardo nada en
cambiarme. ¿Ves como no cuesta tanto Clara? Me digo a mi misma. Pongo una mueca
al escuchar mi propio pensamiento. A veces soy insoportable hasta conmigo
misma. Me dirijo al baño a asearme un poco y ponerme un poco decente el pelo.
Esta mañana no me le he lavado asique le tengo un poco alborotado. Decido
recogérmelo con dos pinzas, no tengo tiempo de más, Lorena me llamó diciéndome
que en una hora venía para mi casa y ya casi ha pasado. Diez minutos después
estoy en la cocina. Mi madre se encuentra preparando unos pasteles. Los miro
con deseo. Me encantan los dulces. Pasteles, caramelos, golosinas, chocolate,
chocolate, chocolate… Cómo se nota que tengo la regla. Sólo pienso en ese
maravilloso manjar. ¿Podré coger un pastelito de chocolate?
-No, cariño. Son para el cumpleaños de mañana de tu padre.
Mi madre se parece en ocasiones a Lorena, siempre sabe lo
que he hecho, lo que voy a hacer, con quién y, en ocasiones como esta, lo que
pienso. ¿Qué pasa? ¿Se proyectan en mi frente las frases que pienso o algo por
el estilo? Es algo que nunca entenderé. ¿Tan predecible soy? La miro asombrada
e intento disimular lo que mi cabeza está pidiendo a gritos. Tal vez tiene un
extraño don que oye lo que digo para mí misma.
-Tranquila, mamá. Si no quería. Solo miraba lo bien que te
estaban quedando.
-Clara, te conozco desde hace 19 años. Conozco esa cara de
deseo.
Mierda, me pilló. Bueno, qué se le va a hacer. Mis sospechas
se confirman. Soy demasiado predecible. Por lo menos, espero, que solo con la
gente que me conoce bien.
-Vale, me has pillado-confieso. Y cambio enseguida de tema-
Venía a decirte que me iba a dar una vuelta con Lorena pero tus pastelitos me
han dejado la mente en blanco-digo sonrojándome un poco- Volveré a la hora de
cenar.
-Vale, cariño. Pásalo bien y ten cuidado, se que vais a
coger el coche. De todas maneras cuando lleguéis a Burgos mándame un mensaje
para saber que estáis bien.
-¿Cómo sabes que vamos a ir a Burgos?
-Es lógico, Clara. En este pueblo no os vais a quedar.
Tenéis 19 años, lo tenéis demasiado visto. Lo que me sorprende es que no hayáis
huido ya de aquí.
-Mamá, ya te dije que empiezo este año la universidad. Se
que este último año ha sido, bueno…un tanto extraño y no he estado muy centrada
pero ya he decidido que aquí no me voy a quedar. Voy a explorar cosas nuevas y
a hacer todo lo que deseaba antes de que muriera la abuela.
-Lo se, amor. Y confío en que lo harás. Venga vete, que
seguro que te está ya esperando Lorena fuera. No la hagas esperar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario