viernes, 17 de mayo de 2013
A veces me pasa una cosa. Pasa que veo una foto. La miro detenidamente y recuerdo ese mismo momento. Ese momento con una persona especial y lo que pasa es que no se si sonreír por los buenos ratos que me hizo pasar o llorar porque no se volverán a repetir. La toco, y en un primer momento me sale una sonrisa. Comienzo a recordar absolutamente todo lo que pasamos juntos. Comienzo, a veces a imaginarme que ese momento se vuelve a repetir. Esa foto, de ese momento. Puede que sea bueno. Puede que sea malo. Pero de una manera u otra te hace recordar, te hace pensar, te hace sonreír e incluso a veces arrepentirte. Te hace recordar cada momento. Si es bueno te hace sonreír y querer repetirlo y si es malo pensar qué lo pudo ocasionar. En ocasiones lo que pasa es que te arrepientes. ¿Por qué? Pues porque puede que fuera, por ejemplo, una discusión. Una discusión sin sentido, de esas en las que las dos personas sois igual de cabezonas o que incluso empezáis de bromas y acabáis de verdad. Una discusión tonta. Y por esa discusión ahora mismo no os habláis. Y piensas: ¿de verdad somos así? ¿de verdad nos perdimos el uno al otro por algo insignificante? Sí. Esa es la realidad. Esa es la puta realidad. ¿Y qué nos hace ser así? El orgullo, está claro. Eso es lo más triste de todo. Que perdemos a personas que nos importan de verdad por el orgullo. Pero yo os digo una cosa: Llegará el día en que nos arrepintamos. Llegará el día en que veamos a esa persona, intentemos arreglarlo y ya no podamos hacer nada. Así que sed precavidos, dejar el orgullo de lado porque si no...llegará el momento en el que no podamos volver atrás y si en tal caso de que se intente...debido al tiempo que ha pasado ya no será lo mismo...ni mucho menos..
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